No sabía cómo ocurrió, y la verdad es que a estas alturas, y tras lo sufrido, ni siquiera le importaba. Lo único cierto es que desde el desafortunado accidente laboral su existencia había cambiado.
¿Cómo iba a imaginar que se le marginaría por ser distinto, que estaría condenado a vivir solo, a huir de las miradas de miedo y desprecio, sentimientos que con facilidad incitan al hombre a la violencia física?
Incluso sus seres queridos renegaron de él, apartándolo de su vida. Se había convertido en un monstruo, y consciente de ello se condenó al ostracismo.
Su existencia se redujo a matar el hambre como podía, y a huir de maldicientes y agresores; sin que faltara entre los más radicales alguno que intentara acabar con él. Y así se mantuvo durante largo tiempo, hasta que, cansado de ser un proscrito que por sistema despertaba odio y miedo en la gente consiguió una pistola y, en mitad de uno de esos ataques de lucidez, aquel zombi se voló los sesos.
Texto publicado originalmente en el tercer número de la Biblioteca Fosca: Zombis
Publicado recientemente en el Nº 76 de la revista "De Primera Mano" (Ciudad del este - Paraguay).
1 comentarios:
Hacía tiempo que no colgabas ningún relatillo por el Tenderete.
Tiene sorpresa éste. No me imaginaba nada. Como hablabas de "desafortunado accidente laboral" pensé que te referías a otra clase de daño. Buena idea, así lo mantienes tapado todo hasta el final.
Yo creo que, como siempre, te vas a lo subjetivo, no obstante tener a placer en este cuento la posibilidad de entrar en el terror. Buscas lo intimista, la vida interior del personaje más que el terror.
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