Pues por aquí os traigo un texto que es su tiempo me dedicó en su blog mi buen amigo Vito Máquez. Espero que lo disfruteis.
Cuando El Náufrago Estelar tomó consciencia de que estaba condenado a muerte, se puso a escribir. Febril, hablaba sin parar. El ordenador de abordo transformaba su voz en textos. Éstos flotaban a su alrededor, como habitantes del Hades, en las pantallas holográficas de la cabina.
Mientras, la nave -apenas una mosca de radiación en los telescopios de La Frontera-, iba acercándose a las redes del disco de acreación del agujero negro Cygnus X1. Alguien había manipulado los cálculos en el salto espacio-tiempo a través del puente Einstein-Rosen. Un sabotaje. Un maldito sabotaje… Cuando menos -se consoló El Náufrago Estelar-, aquel incidente provocado (uno de tantos de La Guerra), lo había llevado a contemplar uno de los espectáculos que el Universo solo reserva a Dios y a las Inteligencias Artificiales de las agencias espaciales: antes que a él, aquel Caribdis cósmico estaba devorando al sistema planetario Gliese 581. Ver desaparecer una enana roja entre los brillantes jets azules de los polos magnéticos de aquel monstruo fue algo insuperable. Una de esas visiones que bien merece el pago de una pequeña vida humana.
Quizás fue ese momento de destrucción suprema lo que le llevó a la necesidad de crear. Algo, lo que fuese. Tal vez El Náufrago Estelar necesitaba dejar constancia de su paso por las galaxias, como un niño grabando unas iniciales en la corteza de un árbol. O puede que intentase llenar el vacío del espacio, la ausencia de materia que provocaba la presencia hipnotizadora de aquella aberración de la Ley de la Relatividad, con sus solas palabras.
Para cuando cruzó el horizonte de sucesos, precipitándose al abismo de lo imposiblemente denso, lo hizo acompañado con un mundo aún incompleto de personajes, situaciones, anécdotas, poemas, acciones y descripciones. Su último pensamiento -cargado de esperanza- antes de pasar a ser una emisión de rayos X fue para los mensajes que había ido enviando, día a día, con sus creaciones usando las últimas reservas de energía de la nave. Así, los hijos de su ingenio vibrarían entre la materia oscura, como un pulsar que dejaba un destello de su existencia en el firmamento, justo antes de perderse en el infinito de la noche.
Mientras, la nave -apenas una mosca de radiación en los telescopios de La Frontera-, iba acercándose a las redes del disco de acreación del agujero negro Cygnus X1. Alguien había manipulado los cálculos en el salto espacio-tiempo a través del puente Einstein-Rosen. Un sabotaje. Un maldito sabotaje… Cuando menos -se consoló El Náufrago Estelar-, aquel incidente provocado (uno de tantos de La Guerra), lo había llevado a contemplar uno de los espectáculos que el Universo solo reserva a Dios y a las Inteligencias Artificiales de las agencias espaciales: antes que a él, aquel Caribdis cósmico estaba devorando al sistema planetario Gliese 581. Ver desaparecer una enana roja entre los brillantes jets azules de los polos magnéticos de aquel monstruo fue algo insuperable. Una de esas visiones que bien merece el pago de una pequeña vida humana.
Quizás fue ese momento de destrucción suprema lo que le llevó a la necesidad de crear. Algo, lo que fuese. Tal vez El Náufrago Estelar necesitaba dejar constancia de su paso por las galaxias, como un niño grabando unas iniciales en la corteza de un árbol. O puede que intentase llenar el vacío del espacio, la ausencia de materia que provocaba la presencia hipnotizadora de aquella aberración de la Ley de la Relatividad, con sus solas palabras.
Para cuando cruzó el horizonte de sucesos, precipitándose al abismo de lo imposiblemente denso, lo hizo acompañado con un mundo aún incompleto de personajes, situaciones, anécdotas, poemas, acciones y descripciones. Su último pensamiento -cargado de esperanza- antes de pasar a ser una emisión de rayos X fue para los mensajes que había ido enviando, día a día, con sus creaciones usando las últimas reservas de energía de la nave. Así, los hijos de su ingenio vibrarían entre la materia oscura, como un pulsar que dejaba un destello de su existencia en el firmamento, justo antes de perderse en el infinito de la noche.
Dedicado a mi buen amigo “palabras"
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