Otrora consagrado hidalgo de desmedido valor, y tan raudo como imperturbable en justas y batallas. A ojos vista, dechado de virtudes y paradigma a seguir para todo caballero que fuera desconocedor de que tras el laurel y la gloria se escondían crímenes, bellaquerías y abusos que hubieran conducido al cadalso a cualquiera nacido en el pueblo llano.
Has de creer. Cuánto te digo es cierto. Porque por desgracia sé bien de lo que hablo. Desde mi segunda niñez he sido víctima y secuaz, mudo testigo y cómplice forzado de cada una de sus felonías y humillaciones. Te sería imposible imaginar cuantas veces quedaron manchadas mis manos por los vejatorios actos que me obligó a perpetrar. Tanto es así que raro ha de ser el día que no se abran las heridas con la ingratitud del sueño.
Del mismo modo viene a mi memoria el momento de la liberación. Aquella noche, ayudado por la profunda embriaguez que lo sumió en letargo, puse fin a tan ignominiosa existencia. Aún así he de decirte algo en honor a la verdad y para vergüenza mía. No fue el valor, ni los remordimientos lo que me llevó a privarlo de la sangre. Únicamente el miedo a la muerte me infundió esa determinación, ante la imposibilidad de seguir cumpliendo con sus oscuros mandatos.
2 comentarios:
El primer párrafo me ha costado un poco. La verdad es que tus entradas siempre tienen que ser bastantes grandiosas (largas frases de enjundianos palabros).
Pero es muy misterioso, duro en realidad, o quizás o definiría como "crudo". Me ha gustado mucho. A ver cómo sigue...
Esta es la presentación de uno de los personajes de mi primera novela. Me pareció más atractivo hacerlo así. A ver si algún día la retomo y podeis leer algo más del sirviente torturado ;)
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