Sumido en la incomprensión,
la tristeza devoraba con avidez su corazón aprensivo,
hasta que hubo de llegar el día
en que este insaciable carroñero no dejó de él
nada que mereciera la pena salvar.
la tristeza devoraba con avidez su corazón aprensivo,
hasta que hubo de llegar el día
en que este insaciable carroñero no dejó de él
nada que mereciera la pena salvar.
2 comentarios:
Da mucha tristeza esta poesía, me recuerda esos momentos en los que te planteas tirar la toalla y dejar que todo siga su curso, sin inmiscuirte en nada, haciendo lo que te dicen, viendo lo que en ese momento estén emitiendo, escuchando la radio para no quedarte dormido en el coche cuando vas a trabajar, sin importarte demasiado la música que llega a tus oídos. Y al final, ya no queda nada de tu espíritu, tan solo carne que se mueve, respira y come para no morir... pero para mi eso es morir.
Está prohibido dejar comentarios más guays que el texto que se cuelga. Para escribir cosas chulas las pones en tu blog, mierda.
Que no vuelva a pasar, ejejeje.
Contento de que te guste, y muy sentido tu comentario. El día que te tomes un poco enserio sacar toda esa sensibilidad que tienes dentro escribiendo, será el que yo tire la toalla con la escritura. Tú a pintar, que es lo tuyo, ejeje.
Un abrazo.
Publicar un comentario